Día del Bibliotecólogo en Venezuela: una historia por contar

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“…Manuel Segundo Sánchez demostró, en su paciente y callada labor, que había una forma liberadora del espíritu, que existía una escapatoria y una coartada para armar la resistencia, que no era otra que la cultura del hombre y la de sus hechos, frente a los cuales los dictadores y caudillos de turno jamás entenderían su inexpugnable argumento”. Karl Krispin, 2007.

En esta oportunidad intentaré, por el bien de nuestra profesión y por nuestra memoria –que tiene fama de ser “corta”-, aproximarme al relato de una historia que definitivamente debemos conocer y que tenemos que contar.

Una fecha y tres motivos:

¿Por qué el 27 de julio fue elegido como Día Nacional del Bibliotecólogo en Venezuela? Hay tres acontecimientos clave por los cuales se eligió esta fecha como la más representativa para la profesión.

En primer lugar, el 27 de julio de 1945, día en que algunos señalan ocurrió la muerte de Manuel Segundo Sánchez, considerado el más destacado bibliógrafo venezolano, fue director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Nacional de la Historia y autor de la primera Bibliografía venezolana. Aún cuando hay varias fuentes que difieren en este sentido y hablan de su fallecimiento el 22 de junio o de julio de ese año.

El segundo momento, está centrado en la primera promoción de profesionales en las disciplinas de Bibliotecología y Archivología, de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela (UCV), el 27 de julio de 1950. Sobre este acontecimiento hay una anécdota interesante que mostraré en lo sucesivo.

Y por último, hay un tercer hecho que consolida la idea de utilizar la fecha como día nacional. El 27 de julio de 1977, momento en el que se promulga la Ley del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas, con el fin de promover, planificar y coordinar el desarrollo en Venezuela de un Sistema Nacional de Servicios de Bibliotecas e Información Humanística, Científica y Tecnológica.

La anécdota del título:

Hace unos años, mi estimada profesora Estela Mastromatteo publicó en el Blog [email protected] una interesante anécdota acerca de lo ocurrido por allá en 1950, al momento de decidir qué título universitario entregar a los primeros profesionales de los archivos y las bibliotecas. Tomando como fuente directa las actas de la Facultad de Humanidades y Educación (UCV) de la época, Estela, da fe de lo acontecido entre los meses de febrero y julio hace sesenta y tres años.

Todo se inicia con el primer Director de la Escuela de Biblioteconomía, José Fabbiani Ruiz, que en sesión de la Asamblea de Facultad del 4 de febrero de 1950, manifiesta su inquietud con relación al título que debía otorgárseles a los futuros egresados de la escuela y, después de argumentar sobre el punto de discusión, propuso el título de “catalogador-bibliotecario”.

Pasaron poco más de cuatro meses, y apenas faltando un mes para la entrega de los títulos respectivos, en Asamblea de Facultad del 26 de junio de ese año, se encontraba nuevamente el profesor Fabbiani Ruiz argumentando: que aún cuando en sesión anterior se había aprobado el título, a los alumnos de dicha Escuela, al Director y a los Profesores de ella, les parecía que el título de “técnico en biblioteconomía” era el indicado. Pues el simple título de “catalogadores” les impediría dirigir cualquier biblioteca, y “se precisaba un título más genérico, que fuese positivo, que fuese promesa y no amenaza”, dice Fabbiani.

Esto desató –aparentemente, así lo percibo- toda una discusión profunda sobre el asunto. Participan activamente, pidiendo la palabra, los profesores Acosta Saignes, Olivares Figueroa, Oliver, Rosenblat, Granell, el Decano Casanovas y el propio Fabbiani. Finalmente, se proponen varios títulos: “técnico bibliotecario, graduado en técnica bibliotecaria, ayudante de biblioteca, bibliotecario auxiliar, etc.”, además de la propuesta de la Escuela, de “técnicos en biblioteconomía”. Después de algunas deliberaciones se procedió a levantar el acuerdo anterior, en palabras del Decano: “con respecto al susodicho título”. Y se sometieron a votación tres proposiciones diferentes.

Con un total de once votos, de dieciséis posibles, la propuesta de la Escuela de Biblioteconomía logró imponerse sobre las de “bibliotecario auxiliar” y “graduado en técnico bibliotecario”. Fue así como los egresados del 27 de julio de 1950 recibieron sus títulos de Técnicos en Biblioteconomía.

Gaceta Oficial que declara el Día Nacional:

El Viernes 23 de julio de 1982 apareció publicado en la Gaceta Oficial de la República de Venezuela N° 32.522, el Decreto Presidencial N° 1.564, mediante el cual se declara el día 27 de julio de cada año “Día Nacional del Bibliotecólogo y del Archivólogo”.

Este había sido firmado el día anterior por el mandatario de turno, Presidente de la República Luis Herrera Campins, y refrendado, además, por los Ministros Luciano Valero y Felipe Montilla, de Relaciones Interiores y de Educación, respectivamente. Consta de dos completos considerandos y apenas dos artículos el mencionado decreto.

Sostienen el documento oficial las siguientes razones esenciales:

Considerando: Que el 27 de julio de 1950, egresó de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, la primera promoción de profesionales en las disciplinas de Bibliotecología y Archivología, la  cual lleva el nombre del ilustre bibliógrafo e insigne investigador venezolano Manuel Segundo Sánchez, y que a partir de ese año se ha venido celebrando el 27 de julio como día de estos profesionales”.

Sumado a estos importantes acontecimientos, casualmente o tal vez causalmente, cinco años atrás se había promulgado la Ley que le daba carácter de Instituto Autónomo a la Biblioteca Nacional de Venezuela, también, un 27 de julio.

Agrega el documento oficial:

Considerando: Que las actividades de los profesionales de Bibliotecología y la Archivología constituyen factores de progreso y desarrollo del país, por cumplir una función de apoyo a la educación, a la investigación y al desarrollo de la ciencia y tecnología, a través de las bibliotecas, archivos y centros de documentación e información, por lo que resulta justo reconocer su función dentro de la sociedad venezolana”.

Es quizás esto último el mayor incentivo que podemos recibir como profesionales en cuanto al contenido de este decreto histórico para los bibliotecólogos y archivólogos venezolanos. Sólo haría falta en estos tiempos mayor apoyo por parte de las instituciones y los medios de comunicación para que el reconocimiento de nuestra función social sea mucho más amplia y efectiva.

Los articulados se refieren, el primero, a la declaratoria del día nacional cada 27 de julio, y el segundo, a la ejecución propiamente del decreto. Así las cosas, a partir de su publicación en la gaceta quedó oficializado el Día del Bibliotecólogo y del Archivólogo.

Manuel Segundo Sanchez

Manuel Segundo Sánchez, un pionero:

Su empeño de dar cuenta de la bibliografía venezolana es un argumento por vencer la irrealidad de lo que no era, de lo que no se mostraba… Su querencia fueron los libros y a ellos se entregó con una minuciosidad que se emparenta con las devociones inembargables”. Krispin (2007)

El más destacado entre los bibliógrafos venezolanos, así lo cataloga Roberto Lovera De Sola, en la biografía que registra el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar (1997). Nació en La Guaira, el 25 de marzo de 1868. Realiza estudios medios en Barcelona, ciudad del oriente venezolano, y en 1884 concluye su bachillerato. Pasan dos años y funda el Círculo Unión, asociación cultural que editaba su propio periódico La Nueva Era, del que fue director en tiempos en los que también fue tipógrafo. En 1899 se traslada a Caracas, viaja a Alemania por labores comerciales y a partir de 1909 comienza a colaborar con algunos periódicos, especialmente con El Universal.

En 1913 es nombrado Director de la Biblioteca Nacional de Venezuela, cargo que ejercerá hasta 1920. Y ya en 1914 publica su obra maestra: Bibliografía venezolanista, considerada la mayor obra de la bibliografía nacional. La compilación lleva una relación de los textos referidos a Venezuela publicados hasta la fecha, y su inventario incluye casi mil quinientos registros, al que se le sigue considerando único en su tipo hasta ahora. Se ve obligado a poner en venta su biblioteca privada, y al poco tiempo es adquirida por Walter Lichtenstein, quien realizaba un viaje por Suramérica para adquirir libros hispanoamericanos para varias bibliotecas universitarias estadounidenses. Es así, como los libros que inicialmente pertenecieron a Sánchez fueron a parar a las universidades de Harvard, Northwestern y a la John Crear Library de la Universidad de Chicago.

En 1917, continúa con su labor investigativa y dirige una serie de publicaciones del diario El Universal, donde destaca la Biblioteca Venezolana. El 14 de julio de 1918 se incorporó a la Academia Nacional de la Historia, y un año después, forma parte de la comisión que seleccionó la estatua del Libertador que se colocó en Nueva York, y además, asistió a su inauguración como parte de la delegación enviada por el gobierno venezolano. En 1926 formó parte de la delegación que envió Venezuela ante el Congreso Anfictiónico de Panamá, para celebrar su centenario. Entre 1936 y 1943 ocupó importantes cargos públicos, desde director de gabinetes ministeriales hasta agregado comercial en Estados Unidos y Canadá, y cónsul de Venezuela en Montreal.

En 1944 obsequió a la Biblioteca Nacional varios libros de su propiedad que habían pertenecido al Libertador. Destaca Krispin (2007), su conocimiento por la historia y de manera muy especial el seguimiento a la figura del Libertador Simón Bolívar y la generación de la Independencia para componer una serie de trabajos monográficos. De igual forma, resalta su participación en el Círculo de Bellas Artesjunto a figuras tan destacadas como Enrique Planchart, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Armando Reverón, Antonio Edmundo Monsanto, Federico Brandt, Carlos Borges, Leoncio Martínez, Santiago Key Ayala, Julio Planchart, Samys Müztner, Manuel Cabré, entre otros artistas y figuras de la época.

Además de su gran obra Bibliografía venezolanista, fue quien compiló el primer Anuario bibliográfico(1917), esquema modelo que a partir de 1942 la Biblioteca Nacional copió para comenzar a compilar de forma sistemática sus propios anuarios. Hizo un gran esfuerzo al recopilar la primera y única gran bibliografía de un despacho oficial, la Bibliografía del Ministerio de Hacienda (1924). También destaca su Bibliografía de índices bibliográficos relativos a Venezuela (1939). Como bien señala Lovera De Sola, fue el primero en comprender la necesidad que tenían los estudiosos de la cultura venezolana de poseer una bibliografía de bibliografías.

Sánchez compiló también una bibliografía militar venezolana, una sobre las publicaciones con motivo del centenario de Antonio José de Sucre y otra didáctica. Escribió numerosos trabajos con relación al arte de imprimir en Venezuela, y en la revisión de los primeros impresos venezolanos, creó la denominación de “incunables venezolanos” para distinguir las publicaciones periódicas, hojas sueltas, folletos y libros publicados en Venezuela entre 1808 (año en que se imprime la primera publicación venezolana) y 1821 (Batalla de Carabobo).

Fueron otros los que iniciaron la labor bibliográfica en Venezuela a finales del siglo XIX, gracias a las compilaciones de Arístides Rojas, Adolfo Ernst, Juan Piñango Ordoñez y Adolfo Fryndesberg; pero quien fue el verdadero pionero en asentar las bases a las investigaciones bibliográficas venezolanas y el que pudo establecer los fundamentos para el desarrollo de esa ciencia en Venezuela, ése fue Manuel Segundo Sánchez. Genio y figura de nuestros orígenes bibliotecarios.

Así que este y los próximos 27 de julio de cada año, no sólo vamos a reunirnos para celebrar nuestro día; no únicamente vamos a hacer nuestra ya casi tradicional crítica a la inexistencia, o más bien desaparición, de un Colegio de profesionales para bibliotecólogos y archivólogos que hay que rescatar; no sólo nos tocará asimilar, una vez más, por qué hay cada vez menos bibliotecólogos al frente de nuestras bibliotecas públicas; este día será también para recordar de dónde venimos y hacia dónde vamos, para tener en cuenta que como los egresados de 1950 existe la perseverancia y que nunca es tarde para intentar nuestras empresas, para despertar en nosotros ese “Manuel Segundo” que no para de crear, y para reconstruir e innovar sobre piezas de nuestra esencia que ya no deben continuar junto a nosotros -Ley de 1977- en el camino…

Fuente: infotecarios.com

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